La metafísica del amor sexual según Schopenhauer

Pedro Beltrán

Presidente de la Asociación Europea de Abogados.

Schopenhauer escribió «Las relaciones sexuales son siempre el punto central y fundamental en toda la vida y la conducta del hombre». “El amor por etéreas e ideales que sean sus apariencias tiene su origen en el instinto sexual”. Schopenhauer desprecia el amor romántico y platónico. Para el filósofo alemán el amor es amor sexual y el fundamento del mismo es la reproducción de la especie.

Arthur Schopenhauer (Danzig, 1788- Fráncfort 1860) es una de las personalidades filosóficas más brillantes de la historia. ‘‘El mundo como voluntad y representación’, la obra más notoria del filósofo, constituye un hito del pensamiento de todas las épocas. Es uno de los primeros filósofos que se declaró abiertamente ateo.

Sus obras han influido decisivamente en personas como Nietzsche, Wittgenstein,  Einstein, Freud, Jung, Tolstoi, Pio Baroja, Unamuno, Borges, Juan Carlos Onetti, George Balan  y Richard Wagner.  Borges dijo: “Si tuviera que elegir a un solo filósofo, designaría a Schopenhauer. Si el enigma del Universo puede expresarse en palabras, pienso que estas palabras se encontrarían en sus obras”.

Schopenhauer nos presenta una versión del amor desprendida de todo romanticismo e idealización, acercándose a visiones biologicistas más contemporáneas al señalar que toda inclinación amorosa sumerge sus raíces en el instinto natural de los sexos.

El amor, según Schopenhauer, se reduce al apareamiento, ya que el fin último de toda relación amorosa es la procreación de las próximas generaciones. Por tanto, el amor no es más que una estrategia de la naturaleza para lograr sus fines.

Si los enamorados aspiran a una unión verdadera es solo por el interés en la prolongación de su existencia, siendo la “voluntad de vivir” la que nos determina al buscar la salud y la fuerza   en el otro. Nuestras elecciones de pareja se centrarán en aquellas cualidades de las cuales carecemos, no siendo nosotros quienes elegimos, sino el mismo “genio de la especie”, conforme a su propio bien.

Bajo este argumento, Schopenhauer explica y justifica la infidelidad masculina. Reproductivamente hablando, el hombre puede engendrar innumerables hijos en un año, en cambio la mujer solo puede quedarse embarazada una vez en este mismo tiempo. La fidelidad en el hombre en el matrimonio sería por tanto algo artificial.

Según Schopenhauer es contrario a la naturaleza que el hombre sea fiel y está legitimado para acostarse con otras mujeres para asegurar la perpetuación de la especie.

Schopenhauer rechaza completamente la noción romántica del amor y el amor platónico.

El filósofo destaca la importancia del amor que  ha sido quien ha llevado a los hombres a grandes hazañas, así como también los ha enloquecido.  Schopenhauer dice que no tiene que basarse o mencionar a otros filósofos anteriores a él ya que estos no desarrollaron bien el tema ni tampoco se acercaron a lo que, según Schopenhauer, es el verdadero significado e importancia del amor. Explica como Platón trató el amor en “El Banquete” pero que después no dijo nada más. Cita a Spinoza en una frase que pronunció sobre el amor y una vez más asegura que es lo único que toca del tema. Menciona la ausencia del amor en las obras de Kant y finaliza diciendo que lo que escribe es totalmente tesis propia que no necesita fundamentos de otros filósofos. ​

Prosigue explicando el amor. Asegura que la única razón por la cual nos enamoramos es para poder procrear y poder continuar con la especie. Menciona que nosotros como seres humanos debemos de buscar a una persona que se asemeje a nosotros en carácter para que podamos crear a un hijo perfecto. Así pues, el enamoramiento, según el filósofo, engendra a un ser con equilibrio que toma las mejores cualidades del padre y la madre. Asegura que, si este ser no es concebido con amor, si la relación es destructiva y poco aceptable, entonces el hijo que nazca de esta relación será uno “mal constituido, sin armonía y desgraciado».

Nos dice que nosotros naturalmente nos fijaremos en alguien que tenga cosas que concuerden con nosotros. A su vez señala que esta voluntad de elegir a nuestra pareja es más bien una ilusión, ya que, según Schopenhauer, es en realidad la voluntad de la naturaleza la que elige a quien escogemos.

Schopenhauer lo explica diciendo que nosotros elegimos a nuestras parejas de manera instintiva, así como al nacer buscamos por instinto la teta de nuestra madre para poder amamantarnos. Ese instinto que tenemos es por la voluntad de la naturaleza de hacer que nuestra especie siga viva. Por lo tanto, de acuerdo con Schopenhauer, nosotros realmente nunca escogemos a nuestra pareja. Es la naturaleza misma la que mediante el instinto nos acerca a una persona del sexo opuesto para que podamos procrear un ser armonioso.

Schopenhauer  dice  que a las mujeres les gustan los hombres mayores varoniles y fuertes. “De aquí procede que a menudo amen las mujeres a hombres feísimos, pero nunca a hombres afeminados, porque no pueden ellas neutralizar semejante defecto”. Las mujeres sólo aman a hombres de personalidad fuerte porque quieren que sus hijos sean fuertes también. ​

Lo que plantea es una verdad incómoda. Al universo no le importan los pormenores de nuestros ínfimos romances, lo que le interesa es que la humanidad continúe su camino natural.

Toda la teoría que Schopenhauer escribió sobre este asunto está condensada en un capítulo titulado «Metafísica del amor sexual», el número 44 del segundo tomo de su obra cumbre, El mundo como voluntad y representación.

Schopenhauer es uno de los primeros filósofos en definirse como ateo.  Para Schopenhauer el hombre es un animal y si algo lo diferencia es su capacidad para engendrar el mal, que no es otra cosa que un producto de su inteligencia. Sin ella, la maldad estaría ausente. Lo entenderán mejor los que tengan perros.  Los perros no son malvados porque son mucho menos inteligentes que los humanos.

El amor es una trampa de la naturaleza, algo que percibimos como subjetivo, pero tiene una objetividad: la voluntad de la especie. «En el entrecruzamiento de las miradas de las amantes llenas de deseos se enciende ya una vida nueva», dice sobre el romance, pero, ¿por qué, si el fin es reproducirse, algo que podría hacer casi con cualquiera, uno sólo se enamora de una persona? «Como no hay dos seres semejantes en absoluto, cada hombre debe buscar en cierta mujer las cualidades que mejor correspondan a sus cualidades propias, siempre desde el punto de vista de los hijos por nacer», explica.

Ese amor es el que nos lleva a elegir una pareja que contenga las características complementarias a las propias para, de ese modo, tener hijos más bellos, más fuertes, más sanos. «La apasionada búsqueda de la belleza —escribe—, el precio que se le concede, la selección que en ello se pone, no concierne, pues, al interés personal de quien elige, aun cuando así se lo figure él, sino evidentemente al interés del ser futuro, en el que importa mantener lo más posible íntegro y puro el tipo de la especie».

La humanidad es como un gran árbol, cada vida como una hoja. «Reconoce, pues tú mismo ser en esa fuerza íntima, oculta, siempre activa, del árbol, que a través de todas sus generaciones de hojas no es atacado ni por el nacimiento ni por la muerte. ¿No sucede con las generaciones humanas como con las de las hojas?».

La teoría de Schopenhauer deja fuera del verdadero amor, la homosexualidad y las parejas infértiles o que adoptan hijos.

Schopenhauer no siguió su propia filosofía porque no tuvo hijos ni pareja estable. Estuvo soltero hasta su muerte, sin otro amor que el de los romances furtivos y los encuentros recurrentes con sus amadas prostitutas. Disfrutó del sexo hasta sus últimos días.

El investigador español Mario Fernández Iglesias analizó en profundidad en 477 páginas la propuesta sobre el amor del filósofo alemán. Lo hizo bajo el título Metafísica del amor sexual. De la verdad de Schopenhauer y la mentira del amor platónico. «Lo único que podemos explicar, o dar cuenta a través de la autoconciencia —escribe Fernández Iglesias—, es el impulso que gobierna el mundo y a nosotros mismos. Una pulsión ciega dirigida a la procreación, a la vida de la especie; una pulsión a la que no le importan las individualidades, sino la mera permanencia de la especie».

En el libro de 1991, Cómo leer a Schopenhauer, Alicia Paleo, nos indica que la persona enamorada que, pese a los caprichos sociales de la tradición, se juega la vida por su amor, «sacrifica su bienestar a la perfección de la especie». El amor en Schopenhauer es lo más importante de la vida y, por consiguiente, de la humanidad, de la especie. Es lo que le da sentido a todo. Un sacrificio necesario y redentor. Es una trampa en la que debemos caer.

“El Mundo como Voluntad de Poder y representación” es un libro que todos tendríamos que leer para entender la vida. Es la obra filosófica más importante de la historia. Pero es una obra compleja de 1.200 páginas. Mucho más fácil es leerla a trozos dentro de la fase histórica de literatura efímera que padecemos. Es sencillo leer la  “Metafísica  del amor”, que es un extracto del libro. Está publicado por Ediciones Obelisco y tiene sólo 49 páginas. Hay otra edición en Biblioteca Edaf titulada “El amor, las mujeres y la muerte”.

Dejemos hablar con citas literales al propio Schopenhauer.

“Por desinteresada e ideal que pueda parecer la admiración por una persona amada, el objetivo final es, en realidad, la creación de un ser nuevo, de determinada índole; y lo que lo prueba así, es que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco, sino que exige la posesión misma, el goce físico” (pag 20)

“El que cierto hijo sea engendrado: ese es el fin único y verdadero de toda novela de amor, aunque los enamorados no lo sospechen, la intriga que conduce al desenlace es cosa accesoria”. (Pag 20)

“Aspiran a una unión verdadera, a la fusión en un solo ser, este ser que van a engendrar será como la prolongación de su existencia y la plenitud de ella. En el continúan viviendo reunidas y fusionadas las cualidades hereditarias de los padres” (pag 21)

“El amor es una pura quimera. La ilusión no es más que el instinto. Representa el sentido de la especie, los intereses de la especie ante la voluntad. Pero esa voluntad que se ha hecho individual, debe ser engañada, de tal forma que perciba por el sentido del individuo los propósitos que sobre ella tiene el sentido de la especie, así cree trabajar en provecho del individuo cuando en realidad estamos trabajando para la reproducción de la especie” (pag 25)

“Una vez satisfecha su pasión, todo amante experimenta un especial desengaño: se asombra de que el objeto de tantos deseos apasionados no le proporcione más que un placer efímero, seguido de un profundo desencanto” (pag 28)

“El hombre propende por naturaleza a la inconsistencia en el amor y la mujer a la fidelidad. El amor del hombre disminuye de manera perceptible a partir del instante en que ha obtenido satisfacción. Parece que cualquier otra mujer tiene más atractivo que la que posee, aspira al cambio. Por el contrario, el amor de la mujer crece a partir de ese instante. Esto es una consecuencia del objetivo de la naturaleza, que se encamina al crecimiento más grande de la especie. En efecto, el hombre con facilidad puede engendrar más de cien hijos en un año, si tiene 100 mujeres a su disposición. La mujer por el contrario, aunque tuviera 100 varones a su disposición sólo puede dar lugar a un hijo al año, salvo el caso de gemelos·. (pag 31)

“La primera considración que dirige al hombre a simpatizar y elegir a una mujer es la edad. Damos decisiva preferencia al período que media entre los 18 y los 25 años. No nos atrae ninguna mujer mayor. Una mujer que este fuera de la edad de tener hijos no nos inspira más que un sentimiento de aversión. La juventud sin belleza tiene siempre atractivo. No lo tiene la hermosura sin juventud. (pag 32)

“Las mujeres eligen de una manera diferente. Prefieren los hombres mayores a los jóvenes que sin embargo representan la flor de la belleza masculina. La causa de eso es que se guían, no por el gusto sino por el instinto. Hacen muy poco caso de la hermosura, sobre todo de la del rostro Como si ellas solas se encargasen de transmitirla al hijo. La fuerza y la valentía del hombre son, sobre todo, lo que conquista su corazón, porque esas cualidades prometen una generación de robustos hijos y parecen asegurarles para lo venidero un protector animoso” (pag 34)

“El hombre más viril buscará la mujer más femenina. La mujer más femenina buscará al hombre más viril” (pag 38)

“El hecho de fijarse en un objeto único que representa una misión singular de la especie adquiere un carácter noble y elevado. Sin embargo el puro instinto sexual es un instinto vulgar porque no se dirige a un individuo único, sino a todos, y sólo trata de conservar la especie por el número nada más y sin preocuparse de la calidad”. (pag 42)

“La pasión se extingue con el goce para asombro de los interesados” (pag 43)

“También se extingue la pasión cuando la mujer es estéril porque se desvanece el fin metafísico” (pag 43)

“Los matrimonios por amor son desgraciados porque la ilusión se desvanece fatalmente “(pag 54)

Estas líneas introductorias nos pueden hacer reflexionar sobre nuestras vidas, nuestra sexualidad y las causas de la infelicidad de tantos.

En lo que se refiere a la música Schopenhauer la sitúa como lo que más nos puede aportar en la vida. Fue una influencia decisiva para la revolución wagneriana. “Tristán e Isolda” y “el Anillo del Nibelungo” son óperas de filosofía schopenhaueriana.  Wagner tiene sus continuadores en Bruckner y Mahler y en el siglo XX (falleció en 1949) en Richard Strauss.

También es esencial Schopenhauer para uno de los grandes musicólogos de la historia, el alemán de origen rumano, George Balan (1929) autor de 150 libros esenciales para entender la música y fundador de Musicosophia, la escuela de escucha musical consciente. El propio Balan manifestó que Musicosophia no hubiera sido posible sin Schopenhauer.

Cerramos con una frase de nuestro querido y admirado filósofo. “Después de haber meditado largo tiempo acerca de la esencia de la música, os recomiendo el goce de este arte como el más exquisito de todos. No hay ninguno que obre más directa y hondamente, porque no hay ningún otro que revele más directa y hondamente la verdadera naturaleza del mundo. Escuchar grandes y hermosas armonías es como un baño del alma: purifica de toda mancha, de todo lo malo y mezquino, eleva al hombre y le pone de acuerdo con los más nobles pensamientos de que es capaz, y entonces comprende con claridad todo lo que vale, o más bien, todo lo que pudiera valer”.

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MUSICA E HISTORIA (197)